En ese soleado domingo 26 de julio de 2005 la gran diversión era tirarse sentado en una botella plástica aplastada, a modo de trineo, desde lo alto del techo de la derruida confitería del Lago San Miguel.
Era una pendiente en forma de U abierta cuyo punto más alto se elevaba a 25 metros del suelo. Por allí se tiraban chicos y adolescentes y era el sector más concurrido del parque 9 de Julio, ya que en esos días estaban cerrados los juegos mecánicos y el trencito.
“Yo vengo desde que tengo cuatro años y nunca me caí ni me golpeé”, decía Juan, de 8 años. Mauricio, de 10 años, relataba la misma historia y añadía que nadie les había advertido nunca del peligro.
Y había riesgo: hierros oxidados y una parte del cemento que se movía en la parte inferior. “Es divertido, sobre todo porque en la parte de abajo se mueve cuando uno pasa”, explicaba Yanina, de 11 años. “Hoy casi me caí; de todos modos, no me da miedo”.
Recuerdos fotográficos: 1965. Cuando el tren salió a la calle frente a la plaza AlberdiLa bella confitería, inaugurada en 1966, atravesaba una larga decadencia desde 1997. Fue demolida en 2008.